martes, 19 de mayo de 2015

Economía Post-Proceso

Con la finalización del Proceso Militar y el retorno a la democracia, Raúl Alfonsín se convierte en el primer presidente electo luego de 25 años de dictadura.
Concentró sus mayores esfuerzos en las decisiones políticoinstitucionales de la transición democrática, pero sin lograr gobernar eficazmente una transición económica que concluyó en hiperinflación y en la interrupción anticipada del mandato presidencial.

Además de registrarse el mayor nivel de aumento de precios de la historia del país (4.923 %), había una disminución del stock de divisas, atrasos en los pagos externos, incremento en el desequilibrio fiscal, la recesión y el desempleo, aumento de la deuda interna y la fuga de capitales hacia el exterior.


 El gobierno de Carlos Menem (1989-1995) se abocó de inmediato a enfrentar la emergencia económica desplegando un amplio abanico de reformas de corte neoliberal.
El gobierno incorporó a la gestión económica a Domingo Cavallo, cuya principal virtud fue la puesta en marcha del plan de Convertibilidad que demostró ser una herramienta eficaz a la hora de controlar la inflación y regenerar confianza en la moneda nacional. La drástica reducción de la inflación, la reactivación del crédito, el aumento del consumo interno y del producto, fueron las más visibles consecuencias del plan del gobierno. También profundizó la apertura de la economía, continuó con las privatizaciones e inició un proceso de desregulación de la actividad económica. 
Se llevaron cabo reformas tributarias, lucha contra la evasión, disminución de los empleados públicos, aceleración de las privatizaciones.
Los resultados fueron muy exitosos en cuanto al control de la inflación, la estabilidad monetaria y el crecimiento del PBI, pero fueron nefastos en otros aspectos:
•La eliminación de los derechos de exportación e importación provocó la rápida invasión de mercaderías importadas a bajo costo que desmantelaron rápidamente la capacidad industrial existente.
•Consecuentemente se produce un fuerte aumento del desempleo debido a dos factores:
oLa importación de maquinaria que reemplaza mano de obra
oEl cierre de fábricas y empresas por la pérdida de la capacidad competitiva
A partir de 1999, los cambios que se vienen sucediendo en lo que a disponibilidad de financiamiento externo y estabilidad económica interna se refiere, parecen indicar el comienzo de una nueva etapa para las Pymes.

Economía Neoliberal

La política económica iniciada en abril de 1976 cambió profundamente las orientaciones con las que se desarrollaban hasta ese momento las actividades industriales. Basado en una filosofía de total confianza en los mecanismos asignados de recursos del mercado y en el papel subsidiario del Estado, se estableció un programa de liberalización de los mercados y posterior apertura externa que proponía la eliminación del conjunto de regulaciones, subsidios y privilegios. Se procuraba así modernizar e incrementar la eficiencia de la economía.


En relación con la política industrial se pueden señalar dos subperíodos. El primero de ellos se caracteriza por la recuperación de la producción de bienes de consumo durable y de capital, asociada a la creciente inversión y a la redistribución regresiva de los ingresos. En ese período económico se comienza con la reducción de los aranceles de importación. A pesar de su fuerte baja, en promedio descienden 40 puntos, del 90 al 50%, en estos tres primeros años no aumentan significativamente las importaciones (Katz, 1989). Este fenómeno tiene su explicación según lo expresa Gatto (1989) “en los incrementos de competitividad durante la última década, que determinaron la existencia de una fuerte redundancia en las tarifas y por otra parte, en el mantenimiento de un tipo de cambio elevado”. Por otro lado la sanción, en 1977, de la reforma financiera, libera la tasa de interés y crea un mecanismo totalmente distinto para la asignación de los créditos.

El segundo subperíodo se inicia hacia fines de 1978 al instrumentarse la versión de economía abierta de la escuela monetarista (enfoque monetario del balance de pagos). La aplicación de esta política tenía como objetivo igualar la tasa inflacionaria interna con la externa, ajustándose esta última a la tasa de devaluación del tipo de cambio. Este se determinaba con un cronograma que fijaba un ritmo de devaluación continuamente decreciente en el tiempo, en un contexto de creciente apertura de la economía al exterior (tanto en el mercado de capital como en el de bienes); ello suponía la convergencia de las tasas de interés y de inflación interna con las correspondientes internacionales.

En este esquema de política monetaria pasiva se suponía un período de transición determinado por la distinta velocidad de ajuste en los precios de los productos, según se comercien o no en el mercado internacional. Una vez que se lograra la convergencia quedaría establecido un nuevo esquema de precios relativos de la economía. A su vez, en combinación con la política arancelaria, la asignación de recursos favorecía el incremento de la productividad global, desaparecerían los sectores menos eficientes y se desarrollarían las actividades con ventajas comparativas a escala internacional (Katz, 1989). Sin embargo, la “convergencia” no se logró. En los bienes transables con el exterior el ajuste fue lento e imperfecto, en los bienes no transables los mecanismos previstos no tuvieron los efectos esperados. La evolución de la tasa de interés interna fue altamente afectada por una sobretasa creciente motivada por la incertidumbre y los elevados costos de la intermediación financiera. Por su parte, el tipo de cambio, que estaba prefijado con una previsión inflacionaria menor a la real, se caracterizaba por una permanente subvaluación de las divisas. Esta sobre valoración del peso en conjunción con las rebajas arancelarias afectó fuertemente la balanza comercial y permitió la entrada masiva de productos importados. A su vez, la entrada de capitales externos sin restricciones, atento a la apertura financiera externa, en su casi totalidad de corto plazo y provenientes de un mercado financiero de alta liquidez y elevadas tasas de interés, compensaba el déficit de la cuenta corriente, con un incremento significativo del endeudamiento con el exterior. “…Estos movimientos que afectaban seriamente el balance de pagos preanunciaban una devaluación del tipo de cambio, en un mercado de capitales de alta liquidez, atento al muy corto plazo de colocación de los depósitos” (Levy, 1997). En adición, la política fiscal no fue lo suficientemente prolija y continuaron importantes transferencias de ingresos de difícil justificación y ausentes de evaluación. A ello se sumaba un clima de cambio de autoridades políticas y económicas. En consecuencia las primas de riesgo por la colocación de capitales externos se elevaron considerablemente, con el consiguiente aumento de las tasas de interés (Levy, 1997).

En este contexto el sector industrial sufrió la crisis más profunda de su historia por la conjunción de varios factores negativos. Entre ellos sobresale la contracción de los mercados, por los bajos niveles de demanda de productos industriales locales, tanto interna por competencia de productos importados, como externa por el fuerte atraso del tipo de cambio. A su vez, las altas tasas de interés que superaban largamente toda posibilidad productiva y su constante crecimiento llevaron a las empresas a niveles de endeudamiento que en muchos casos solían superar el valor de sus activos. Los fuertes cambios de precios relativos de la época, que favorecían a las actividades de servicios y de producción de bienes no transables con el exterior, motivó el pago de fuertes tasas de interés reales a los sectores industriales de bienes transables que sufrieron profundos atrasos relativos de sus precios. (Katz, 1989)



La Argentina de los años ‘80 presentaba un modelo que podría ser denominado, de los tres capitalismos, el capitalismo de Estado, el capitalismo subsidiado y el capitalismo de riesgo. (Kosacoff, 1992)

El capitalismo de Estado estaba conformado por las viejas empresas públicas, constituidas a partir de los años treinta y, especialmente, en la segunda mitad de la década del ‘40 y que a fines de los años ‘80 se encontraban en situación agónica, de agotamiento institucional y tecnológico, y habían sido capturadas por distintos grupos según el caso, ya sea o bien las propias burocracias internas gerenciales, o los sindicatos respectivos o los proveedores y usuarios privilegiados.

El denominado capitalismo subsidiado dependiente de mecanismos tales como subsidios de tipo financiero o de desgravaciones impositivas estaban ligados al anterior, ya sea como proveedores principales o como usuario privilegiado pero en todos los casos independizado del riesgo empresarial y protegido por el propio Estado contra la competencia extranjera. Asimismo importantes sectores industriales eran subsidiados dado que acumulaban ganancias amparados en fuertes reservas de mercado creadas por altas barreras arancelarias, las cuales marginaban a la Argentina del comercio internacional. En estos tiempos la Argentina había sido prácticamente borrada de la escena internacional, por su incapacidad para competir en el mercado mundial. (Alburquerque, 1997)

Por último, el capitalismo de riesgo se caracterizaba por estar vinculado al sector agropecuario (castigado por las retenciones a las exportaciones), a las PyMEs y a una amplia economía informal, carente de acceso a aquellos mecanismos de distribución de rentas a través del Estado. Esta desprotección impulsó a estos sectores carentes hacia la economía negra, para evadir el pago de impuestos y cargas sociales. Esta inestabilidad económica impactaba destruyendo el mercado de capitales, bajo estas condiciones, no puede funcionar un capitalismo competitivo.



En relación a lo anterior Fuchs (1992) expresa:

“como consecuencia de no haber apostado a una economía competitiva y de inversión con crecimiento, la Argentina perdió posiciones en el escenario internacional, donde la economía mundial también presentaba un lento crecimiento y aparejado a ello una debilidad financiera internacional, el Estado benefactor entraba en una crisis terminal”.

Período de Industrialización por Sustitución de Importaciones (ISI)

La segunda etapa se extiende desde 1930 hasta fines de 1970 en el marco de una economía semi cerrada que da lugar al “Modelo Sustitutivo de Importaciones”, que abarca básicamente 3 subperíodos:



El agotamiento de la expansión de la frontera agropecuaria, acompañado con la crisis internacional de 1929 y las conflictivas relaciones triangulares entre Argentina – Gran Bretaña – EEUU, pusieron fin al funcionamiento del modelo agroexportador. Como sostiene, Chudnovsky (1991):
“el control de cambios de 1931, la vigencia de los permisos previos de importación en 1933, el desdoblamiento del mercado cambiario con el exterior y la elevación de los aranceles de importación inducido fundamentalmente por motivos fiscales son ilustrativos del nuevo funcionamiento de la economía, que en su cierre con el exterior fue paulatinamente reduciendo la importancia del comercio internacional en el PBI”.

Estas fueron las condiciones en las cuales se desarrolló el primer subperíodo de la sustitución de importaciones. Tenía su punto de apoyo en la incipiente industrialización anterior y avanzó muy rápidamente en los tramos “fáciles” de la producción manufacturera.

Las industrias productoras de bienes de consumo (alimentos, textiles, confecciones), los electrodomésticos, las maquinarias y metalurgia sencilla y la industria asociada a la construcción fueron las actividades más dinámicas durante este subperíodo, que continua hasta la asunción del primer gobierno de Perón.




En esta nueva subetapa que se extiende por una década, la industrialización se profundiza en forma acelerada. Se articula fundamentalmente por una expansión de las actividades existentes, mediante la utilización intensiva de la mano de obra y un ensanchamiento del mercado interno, incorporando al mismo al conjunto de la población.

El Estado pasa a tener un papel muy activo en la producción de insumos básicos y en la aplicación de una variada gama de instrumentos de política: administración de cuotas de importación, financiamiento a través del Banco de Crédito Industrial y las líneas de redescuento del Banco Central, promoción sectorial, mecanismos extra-arancelarios, etc.

Con una clara especialización en la producción de bienes de consumo orientada exclusivamente hacia el mercado interno, el desarrollo industrial encontró obstáculos para mantener su dinamismo, a medida que creció su obsolescencia tecnológica, y no tenía posibilidades empresariales y tecnológicas de avanzar hacia procesos productivos más complejos, en un contexto de permanentes restricciones en su balance de pagos.




A partir de 1958 se inicia el último subperíodo de la ISI, con el gobierno de Arturo Frondizi, que se extiende hasta mediados de los setenta. Articulado en los complejos petroquímico y metalmecánica (dentro de este último la industria automotriz fue el sector más representativo), la industria tuvo su desempeño más destacado convirtiéndose en el motor de crecimiento, generador de empleo y base de la acumulación de capital.

Con la masiva participación de filiales de empresas transnacionales se ocuparon progresivamente los espacios de la matriz de insumo-producto, en el marco de una economía altamente protegida con el objetivo de lograr un mayor nivel de autoabastecimiento.

Como sostienen Aspiazu y Nochteff (1995):

“…estos cambios generaron un acelerado proceso de desarrollo tecnológico basado en la incorporación de tecnologías de los países desarrollados, con significativas adaptaciones al medio local, que determinaron la réplica de las producciones “fordistas” con un fuerte contenido localista. La producción de series cortas en plantas orientadas al mercado interno (con escalas de producción en promedio diez veces menor que una similar en la frontera técnica), el elevado nivel de integración de la producción (por el escaso desarrollo de proveedores y subcontratistas especializados) y el alto grado de apertura de producción eran algunos de los problemas de competitividad internacional que se observaban en la estructura industrial Argentina”.

Asimismo, las restricciones macroeconómicas de la Argentina se constituían en un obstáculo para financiar las transferencias de ingresos hacia las actividades industriales. Simultáneamente, afirman Aspiazu y Nochteff (1995), “la particular posición deficitaria de la industria en el comercio internacional restringía las posibilidades del crecimiento sostenido de las actividades industriales sin generar las crisis de balance de pagos”. La percepción de estos problemas condujo a buscar mecanismos dentro de la propia ISI. Por un lado, la política de incentivos a la exportación de manufacturas buscaba simultáneamente generar escasas divisas, expandir un mercado interno con signos de agotamiento e impulsar la competitividad global de la industria. También se buscaba la profundización de la ISI en la cual la oferta de algunos insumos básicos (acero, aluminio, papel, petroquímica, etc.) era fuertemente dependiente de la importación.

domingo, 17 de mayo de 2015

Modelo Agroexportador

Haciendo una descripción de cada uno de los períodos anteriores podemos decir que, el modelo agroexportador argentino estuvo basado en la especialización de dos productos: los granos de cereal y las carnes, generados a partir de sus abundantes y competitivos recursos naturales. A partir de su consolidación institucional, el país generó una vigorosa inserción internacional en función de sus dinámicas exportaciones de bienes primarios y la importación de capitales y manufacturas, en una economía abierta y con regulación automática del patrón oro. El ciclo económico de Gran Bretaña era su principal articulador en el escenario internacional.


LAS CARACTERÍSTICAS DEL MODELO AGRO EXPORTADOR
Las características que definieron al modelo agrario exportador fueron las siguientes:
  • La dependencia económica del mercado externo: La condición de Argentina como país periférico de la economía-mundo capitalista dio lugar a que los centros industrializados europeos tuvieran poder de decisión sobre la organización de la producción argentina. En el mercado mundial se fijaban los precios de los productos y se decidía el destino de las inversiones de capitales. De este modo, indirectamente, se determinaba qué productos convenía producir en el país.
  • El latifundio como unidad de producción agropecuaria: La casi totalidad de la producción destinada a la exportación se obtenía en grandes propiedades rurales ubicadas en la región pampeana.
  • La intervención del Estado: La fuerte expansión de la demanda mundial de productos agropecuarios de clima templado y la disposición en nuestro país de tierras fértiles para esta producción, no eran condiciones suficientes para posibilitar el crecimiento de la producción y de las exportaciones agropecuarias. El Estado tuvo un papel decisivo para asegurar el funcionamiento del modelo agro exportador. Sus acciones más importantes fueron: garantizar la libre circulación de bienes y capitales, favorecer la expansión de la red de transportes y otras obras de infraestructura, facilitar la puesta en producción de las nuevas tierras de frontera, estimular la inmigración extranjera para obtener fuerza de trabajo, y organizar un sistema jurídico y monetario.
  • La participación de capitales extranjeros: Las inversiones de capitales extranjeros fueron un sustento indispensable para el desarrollo del modelo agro exportador. Estos capitales estuvieron destinados a realizar las obras que facilitaban el transporte y la comercialización de los productos argentinos en el mercado internacional. El mayor volumen de las inversiones de capital —de origen inglés—permitió la expansión del ferrocarril y la modernización del puerto de la ciudad de Buenos Aires. Las inversiones extranjeras también se destinaron a fundar bancos y empresas exportadoras que realizaban los negocios de compra y venta. Y, finalmente, fueron capitales ingleses los que instalaron los primeros frigoríficos que permitieron que la producción ganadera de carnes y sus derivados llegara a los mercados europeos con mejor calidad y, por lo tanto, obtuviera mayor precio. En algunas de estas actividades, los capitalistas ingleses se fueron asociando con capitalistas argentinos.
  • La inmigración extranjera: Hacia 1860, la escasez de mano de obra en la zona pampeana planteaba un obstáculo para iniciar la explotación de las tierras. El problema no podía resolverse esperando el crecimiento vegetativo de la población existente, y la población de otras regiones del país también era escasa y se caracterizaba por su inmovilidad. La solución se encontró en la incorporación de fuertes contingentes migratorios del exterior. Entre 1857 y 1914, del saldo inmigratorio neto de 3.300.000 personas, el 90% se radicó en la región pampeana, pero sólo una cuarta parte —800 mil— quedaron en las zonas rurales.
  • El desequilibrio regional: Las producciones destinadas a la exportación se obtenían, fundamentalmente, de la región pampeana del país. Y en el interior de ésta, Buenos Aires y su puerto fueron el núcleo que centralizó los intercambios con el mercado internacional. Por esta razón, también en ese núcleo se concentraron los grupos de mayor poder económico y los centros de decisión política que trabajaban por el mantenimiento de este modelo económico que los beneficiaba. Por estas razones, en las otras regiones del país, las economías extrapampeanas, cuyas producciones no se destinaban al mercado internacional, comenzaron a depender de la economía pampeana. Este fue el caso, por ejemplo, de la producción de azúcar en Tucumán y de vinos en Mendoza, destinada al abastecimiento del mercado interno.
El fortalecimiento de este modelo de organización de la economía y la sociedad, consolidó el dominio de un grupo social sobre el conjunto de la sociedad. Los terratenientes exportadores se fueron constituyendo en el grupo de capitalistas agrarios, y actuaron asociados con capitalistas extranjeros.

Fuente Consultada: Historia 3 La Nación Argentina e Historia Argentina y Contemporánea




Estos factores determinaron que la Argentina fuese desarrollando la estructura industrial más importante de la región, que llegó a representar el 20 % del PBI con más de 50.000 establecimientos.
El fin de esta etapa se produce por 3 factores:
  • Agotamiento de la expansión de la frontera agropecuaria
  • Crisis internacional de 1929
  • Conflictivas relaciones internacionales entre Argentina, EEUU y Gran Bretaña

La evolución de la economía en esta etapa puede verse en las siguientes imágenes:




miércoles, 22 de abril de 2015

Etapas en la Evolución de la Economía Argentina

La historia económica argentina puede dividirse en 4 periodos a saber: Anterior a 1880, de 1880 a 1930 conocido como periodo Agroexportador, de 1930 a 1976 conocido como periodo de Sustitución de Importaciones, y de 1976 a 2001 conocido como periodo Neoliberal o de Apertura económica.
Cada uno de estos períodos a su vez puede tener subetapas, por lo que podríamos esquematizar esto de la siguiente forma:

  • 1º Etapa: Modelo Agroexportador - 1880-1930
  • 2º Etapa: Sustitución de Importaciones
    • 1º Subperíodo: 1930-1946
    • 2º Subperíodo: 1946-1958
    • 3º Subperíodo: 1958-1976
  • 3º Etapa: Economía Neoliberal - 1976 - 1983
A partir de 1983 se produce el retorno a la democracia, que sigue hasta nuestros días. Los primeros años de esta última etapa fueron de reorganización de la vida democrática y se caracterizaron por un fuerte desarreglo de los indicadores económicos, marcados por una inflación que registró los índices más altos de la historia del país.





sábado, 18 de abril de 2015

Origen de las PyMEs

Existen dos formas de surgimiento de las Pymes.
Por un lado están aquellas que se originan como empresas propiamente dichas, en las que se puede distinguir correctamente una organización y una estructura, donde existe una gestión empresarial y trabajo remunerado. Estas empresas son generalmente capital-intensivas y se desarrollan dentro del sector formal de la economía.

Por otro lado están aquellas que tuvieron un origen familiar y se caracterizan por una gestión en la que la principal preocupación es la supervivencia, sin prestar demasiada atención a temas como el costo de oportunidad del capital o la inversión que permite el crecimiento.


domingo, 12 de abril de 2015

Importancia de las PyMES

La importancia de las PyMES las podemos apreciar a través de la generación de empleo, el aporte al Producto Bruto Interno y el total de ventas de un país. En el siguiente video vemos un poco más sobre este tema:



Las pequeñas y medianas empresas (PyMES), la mayoría de las cuales son gerenciadas por empresarios argentinos (un sector de la llamada “burguesía nacional”), se destacan por la fuerte incidencia en la provisión de fuentes de trabajo, que son la base fundamental del tejido social.
Según la Fundación Observatorio PyME (FOP), el sector en Argentina produce más del 50% de la riqueza nacional y cerca del 70% del empleo. Por tanto no estamos hablando de un actor productivamente marginal.
Al contrario, a la luz de esos números, cabría postular que el ciclo económico de las pymes argentinas condiciona de manera determinante el ciclo económico del país.  De suerte que como le vaya al sector así le irá también a la Argentina.
En términos normativos, una PyME (según la FOP - Fundación Observatorio PyME), es “una unidad económica, dirigida por su propietario de forma personalizada y autónoma, de pequeña dimensión en cuanto a número de trabajadores y cobertura de mercado”. (ver la nota completa publicada en El Día Online).
En el mundo, las PyMES son reconocidas por los Estados dentro de la estructura productiva, tanto por su aporte en términos económicos, como por su contribución al empleo y su importancia en el mercado interno y el desarrollo regional.
En la Argentina mantenerse como empresa PyME es un permanente desafío pues deben incorporarse con éxito en los mercados ampliados, competir eficientemente con cadenas productivas internacionales, transformar sus estructuras productivas y organizacionales tradicionales, todo sin contar con sistemas gubernamentales de apoyo bien establecidos y eficientes.  
En la década del 90 (gobierno menemista), las PyMES dejaron de ser las principales generadoras de empleo y perdieron peso relativo dentro de la estructura económica debido, por un lado, a su falta de capacidad para percibir los cambios producidos, como por falta de recursos propios y de intervenciones estatales específicas.
Durante la convertibilidad, las PyMES industriales han sufrido un proceso de incorporación de materias primas y componentes importados, habiéndose transformado en ensambladoras y perdiendo valor agregado. (http://www.unrc.edu.ar/publicar/intercien/005/once.htm)
Un nuevo período se abrió a partir del 2003. En el marco de una política macroeconómica orientada a reconstituir el tejido productivo, para asegurar la generación de empleo de calidad, las PyMES, haciendo gala de esas ventajas comparativas asociadas a la flexibilidad y adaptabilidad a los cambios, han venido mostrando una excelente performance.
Según datos de 2009 (Informe Industrial: Las PyMES en el desarrollo de la economía argentina) el país cuenta con más de 650.000 PyMES, que representan el 99.6% del total de unidades económicas y aportan casi el 70% del empleo, el 50% de las ventas y más del 30% del valor agregado. Desempeño que fue logrado a pesar de que en más de un período de la historia económica del siglo XX las políticas implementadas atentaron contra la industria nacional en general y contra las empresas de menor dimensión en particular.